Algunos cuentos para los pequeños publicados hace algunos años.
Diana
A Diana,
porque tus pasos siempre sean firmes.
porque tus pasos siempre sean firmes.
Aquella
mañana Diana despertó más temprano que de costumbre, sacó su pequeña mochila
hecha con hojas de durazno, la colocó en sus hombros y emprendió su camino.
Antes de salir, silenciosa, se dirigió a la habitación de su abuelo, abrió la
puerta y lo observó durmiendo tranquilo. Parecía un bebé con un sueño profundo
y sereno, incapaz de ser perturbado por el mundo exterior.
Aún el cielo
estaba oscuro cuando Diana salió de su pequeña casa que en realidad era un
chícharo tirado sobre el pasto del jardín. Un día la dueña del jardín arrojó
sobre las hierbas un puñado de chícharos secos, todos crecieron menos uno, el
cual fue habitado por Diana y su abuelo. Ahí construyeron su casa. Montaron el
chícharo sobre un largo trozo de madera, bajo la fuente, para evitar que en
tiempo de lluvias se inundara. Construyeron una escalera de ramas de pino y un
techo de paja para evitar que el sol diera directamente sobre la casa. También
le hicieron en la parte trasera un balcón con una cisterna, pues la fuente
tenía una pequeñísima grieta, donde manaban algunas gotas de agua que servían
para los alimentos y los deberes del hogar. Dos gotas llenaban las cubetas de
Diana y diez su bañera. El interior de la casa había sido construido con ayuda
de un gorgojo, quien comía la parte interna de casi todas las cosas. El pequeño
animal cavaba túneles que a nuestros amigos servían de corredores.
Los ángeles de Pao
Todos los niños del mundo tienen un ángel que los protege. A donde
quiera que el niño va, el ángel le sigue como una sombra invisible… siempre tras su espalda. Los ángeles están ahí para cuidar a los niños,
para vigilar que no les pase nada y que nadie les haga daño. Pero hay algunos niños cuyos pies son tan hábiles,
manos tan diestras y ojos tan inquietos… e imaginación tan emprendedora que necesitan más de un ángel
para cuidar sus espaldas. Este es el caso de Pao.
Pao es una
niña inquieta, demasiado inquieta diría yo. Todo el día sube y baja escaleras.
Corre en el patio, salta en la cama, en los sillones, y de vez en vez se sube a
las ventanas pretendiendo volar. ¡Nunca está quieta! A veces sube a escondidas
a la azotea, pues pretende espantar a ese gato imaginario que le hace
travesuras en la noche: la araña, la asusta con sus bigotes y en ocasiones hace
de las suyas en el baño de la pequeña. Hay veces que entra corriendo a las
habitaciones persiguiendo a uno de los tantos amigos invisibles que tiene y es
tanta la prisa que de repente rebota contra los muebles sin hacerse daño. Y en
ocasiones baja las escaleras saltando como conejo y entonces los pies le fallan
y al piso va a dar.