Le dolía la cabeza y ese terrible olor era
insoportable. Temblando, se llevó la mano a la nariz y su estómago devolvió la
comida. Abrió los ojos pero la
oscuridad los cobijó. Frente a ella no
se veía nada, ni siquiera sus manos al
palpar su estómago, su cabeza. Ni siquiera la noche era tan oscura.
Un
sonido.
Algo
caminaba cerca o se arrastraba.
Nuevamente
el sonido.
Se quedó quieta.
Era
como si mordisquearan.
Respiró
con dificultad y ese fuerte olor penetró
en sus pulmones. Sólo entonces se dio cuenta que le dolía mucho el pecho, las
manos y las piernas. Trató de incorporarse, pero sus piernas cedieron.
-
Debes
esperar, tus piernas aún están débiles -
le dijo una voz cercana.
La piel de ella se crispó.
Volteó hacia el lugar de donde había salido la voz. La
oscuridad había disminuido o sus ojos se estaban adaptando a ella. Creyó ver
unos zapatos desgastados, un pantalón… y nada más.
-
¿En
dónde estoy? – preguntó ella.
-
Sólo
debes esperar – le dijo la voz sin responder a su pregunta.
-
Me
duele todo el cuerpo… no puedo respirar – aclaró ella.
-
Espera
- volvió a decir la voz.
El aire comenzó a faltar a
sus pulmones. Se sintió desesperada y con miedo. Golpeó con sus manos el piso
y el agua saltó sobre su rostro. Un par de manos heladas tomaron las suyas.
Sus ojos ya se habían acostumbrado a la oscuridad. Entonces vio a un joven
delgado, de amplia sonrisa y cabello revuelto. Atrás de él, dos niños abrazados
y con ojos temerosos, allá, sentada sobre el concreto, una mujer
embarazada. Y más allá un grupo de
personas la observaba, algunos tenían el rostro risueño, otros preocupado y
algunos más se mostraban indiferentes.
El dolor era insoportable.
Tenía frío.
Mucho frío.
La pierna izquierda le
dolía.
El aire no entraba a sus
pulmones.
Sofocación.
Angustia.
Desesperación.
Llanto.
Apretó las manos del joven
y él las suyas. La gente que observaba murmuró. Ella no comprendió nada: sus
oídos estaban sordos.
Uno de los niños se
inclinó y besó su frente. Ella sintió el
frío de sus labios y la humedad. El dolor se fue. De pronto se sintió aliviada
y sus extremidades ligeras. Vio el rostro del joven y éste le sonrió alegre y
la ayudó a incorporarse. Ella sacudió su ropa
y alisó su cabello. Los niños la abrazaron y ella extrañada los acarició. Frente a ella, un
grupo mayor a veinte personas la observaba. La mujer embarazada no dejaba de
llorar.
-
¿Se
siente bien? – le preguntó al joven mientras observaba a la mujer.
-
Sí,
pero todavía no se acostumbra y llora cuando llega alguien nuevo – dijo él sin dejar de sonreír.
-
Sí,
al principio es difícil, pero para eso
estamos aquí… Nosotros seremos tu
familia – afirmó una mujer vieja
de cabello completamente blanco.
-
¿Aquí?
– preguntó ella.
Sus ojos se habían
acostumbrado completamente a la oscuridad del lugar y observó una
bóveda no muy alta, con pasillos estrechos y en medio un río de aguas
negras. Por las orillas caminaban cientos de ratas y más allá se veía los tubos
del drenaje.
Ella quedó perpleja.
-
Tú,
al igual que nosotros, tuviste la mala fortuna de caer a una alcantarilla.
Ahora, la vida ha terminado, el dolor se ha ido, pero es momento de comenzar a
adaptarse a esta nueva forma de seguir – afirmó el joven parado a su lado.
-
Saúl
te trajo a la orilla cuando te vio flotando… Él
acostumbra a buscar cuerpos en los diferentes ductos del alcantarillado…
Algunos llegan sin vida, otros como tú, golpeados y muy maltrechos, todavía con
un halo de luz… entonces nos acercamos a ellos y en silencio esperamos a que la
muerte llegue para que puedan estar entre nosotros.
Una imagen llegó a su
cabeza. Ella caminando en la noche por esa calle poco iluminada que la llevaba
a la parada del autobús. A lo lejos se
ve venir un auto, ella corre porque es el último autobús de la noche. Su pie se
dobla. Su quijada se estrella con el filo de la alcantarilla. Cae al agua.
Gritos. Se hunde. Trata de salir, pero se hunde más y más… No sabe nadar. Su
cuerpo es succionado por el agua. Se estrella contra las paredes del alcantarillado.
Un golpe: tres costillas rotas. Una caída, el pie izquierdo partido en dos. Después, todo fue oscuridad hasta que el
dolor la despertó y apareció en ese lugar.