Jamás
pensé que un luchador influyera en la decisión de un niño, pero así fue. Cuando
mi sobrina Paola era pequeña decía que no iría a la escuela, pues de grande
sería luchadora y los luchadores no estudiaban (para ella, en esa etapa de su
vida, los luchadores sólo se subían a un ring sin tener conocimiento de nada). Era
claro su deseo de no estudiar y también lo era el pretexto de que los
luchadores no lo hacían. Cuando le hacíamos ver que pronto debería asistir al kínder,
ella se mantenía en lo dicho y se trepaba en la cama o en el sillón para
lanzarse sobre mi esposo gritando: “¡Y ahí va el Místico!”; “¡Mira cómo vuela Místico!”. Una y otra vez realizaba sus intrépidos
lances desde cualquier mueble y una y otra vez mi esposo la atrapaba en el
aire. Además, eran comunes sus rabietas cuando tocábamos
el tema de la escuela y siempre obteníamos la misma respuesta: “¡Voy a ser luchadora
y los luchadores no estudian!”.
Así fue durante algún tiempo: Pao se
mantenía en no estudiar. Sin embargo, en una ocasión alguien dijo que un par de
luchadores asistiría a una firma de autógrafos en una tienda de autoservicio
cercana a la casa de la intrépida niña.
A la hora señalada fuimos al lugar. Paola, junto con sus hermanos Diana y Víctor,
estaba más que dispuesta para pedirle un autógrafo a Blue Demon (el otro
luchador no asistió). Recuerdo la mirada
inquieta de la niña al ver al deportista llegar: alto, decidido y con porte de atleta. Hicimos
fila junto con el público que ahí
aguardaba, pero cuando tocó el turno de Pao, yo pasé con ella: estaba alegre
y nerviosa. Curiosa observaba la máscara
del luchador y veía como éste plasmaba
su firma en un volante donde se promocionaba su visita. Sin embargo, le hice
saber a él lo que Pao pensaba.
-
No, nena, los luchadores sí estudiamos.
Yo estudié, terminé mi carrera y
además soy luchador… ¡Debes estudiar! – le dijo él mirándola a la cara.
El
rostro de la niña cambió (así se puede
observar en las fotografías que tenemos del evento): la alegría quedó a un lado y el enfado nació en ella. De regreso
a casa no dijo nada, pero era notorio su malestar. Cuando llegamos su abuelo le
preguntó: “¿Qué pasó Pao? ¿Qué te dijo
el luchador?”. Molesta respondió: “¡Pues dijo que tengo que
estudiar!”. Sin detenerse entró a su
casa y no la volvimos a ver por un largo rato. Imagino que toda la tarde pensó
en la escuela y en las palabras de Blue Demon, pero a partir de ese día no volvió a decir la frase
trillada: aceptó ir al kínder y hasta hoy sigue estudiando con esmero (aunque
ya no ha dicho si desea ser luchadora). Así que si no fuera por Blue Demon, Paola hubiera seguido
manteniendo su forma de pensar: “Voy a ser luchadora y los luchadores no
estudian”.