"En minutos, la noticia se
corrió y ya eran cincuenta los interesados en asistir: “No es excursión,
María”, le dijo molesta a su prima a quien tenía más de cuatro meses de no ver.
-
¿Qué
no te dijeron que se murió mi Enrique? Lo vamos a ir a enterrar a San Luis –
dijo lloriqueando.
-
¡No
me digas, manita! A mí sólo me dijeron que irían a San Luis Potosí, y yo pensé:
como nunca salen, pues de seguro se van a una excursión… Pero… lo siento mucho,
manita… ¡Con más razón tenemos que ir!
Cuarenta personas más se
agregaron a la primera comitiva y se tuvo que rentar otro autobús. Un día
después, a las seis de la mañana llegaban los camiones para emprender el viaje,
y como ya no hubo dinero para la carroza, el ataúd de Enrique se colocó en el
pasillo de uno de los vehículos.
-
Mire
jefa, si lo amarramos bien a los asientos –
le hizo saber Miguel – no se moverá para nada. Porque si lo dejamos así
solito va a bailar de un lado para otro todo.
-
Tío,
dice mi mamá que si le pone queso de puerco a tus tortas – preguntó Jacintín,
el hijo de Flora.
-
¡Ya
sabe que no me gusta el queso de puerco! Y dile a tu padre que eche uno de los
cartones acá arriba porque si pone todos abajo, ¿qué vamos a ir tomando? –
aclaró Leandro".