Salomé era una excelente compañía.
En poco tiempo aprendió a dar la pata, pedir comida, sentarse y jugar
basquetbol. Era noble, protectora, juguetona e
inteligente. Salome era una perra criolla negra y no era nuestra, pues pertenecía a alguien, como muchos en este país insensible,
que sólo la tenía para cuidar la casa. A
temprana hora le abrían la puerta y todo el día estaba en la calle. A ellos no
les importaba que el calor afuera estuviera a 30 grados, que su lengua,
sedienta, pidiera un poco de agua, que su estómago tuviera hambre. Tampoco les
importaba que la lluvia, densa y potente, cayera y la empapara. Ni mucho menos que tuviera
pulgas y su pelaje estuviera descuidado. Sólo cuando el sol estaba a punto de caer, la puerta
de su casa se abría y la perra entraba. Podía pasar todo el día en la calle y a
sus dueños les tenía sin cuidado que no comiera. Salomé olía mal, pues rara vez
la bañaban, tenía un colmillo roto y una uña de su pata izquierda en la misma
condición. Sus otras uñas estaban largas y
al caminar producía un ligero sonido con ellas. Sus ojos generalmente
estaban sucios y no llevaba un collar que le diera pertenencia a un ser humano.
Quizá jamás fue llevada a un veterinario para verificar su estado de salud.
Salomé amaba las croquetas, el pan de
dulce, el pan blanco con mermelada de fresa y el yogurt de durazno… Aunque
claro, jamás decía que no a un hueso de pollo. Y le gustaba jugar con su pelota azul. Pero un día Salomé desapareció y cuando escuché a su dueña decir: “Ni que
hiciera falta la pinche perra”, mi
corazón se partió. Pero, ¿qué podía esperarse de quien no se da cuenta que a
su lado tiene un ser vivo? Mi esposo y yo la buscamos, porque a nosotros sí nos
dolió su ausencia: no tuvimos suerte. Su “familia” no la sintió. Después se harían
de otro perro para echarlo a la calle y tenerlo abandonado.
Como
esa “familia” y como la historia de Salomé
hay muchas en México. Se piensa que
los animales son sólo objetos a los cuales se les presta atención de vez en
cuando: “los perros son para cuidar la casa”; “los gatos para evitar tener
ratones”; “las aves para que hagan ruido” y todos los animales “para que
acompañen”. Son muchos quienes no cuidan a sus perros y estos terminan en las
azoteas, en las marquesinas, en la calle, encadenados en el patio o, como Salomé, olvidados. Perros y gatos acaban en el mismo lugar .
En
estos tiempos actuales se habla más que nunca de protección animal, pero
cuantos de nosotros en realidad tenemos la capacidad de ver que a nuestro lado no
está un guardián, un cazador o un
acompañante… A nuestro lado está un ser vivo que necesita cuidados, protección y
alimentación y ,a diferencia de Salomé,
una verdadera familia de la que sea
miembro.
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