La vi por primera vez en aquella esquina,
pantalón morado, blusa ajustada y cabello recogido,
un bolso pequeño
un
collar barato
y en sus ojos el vacío,
los trece años aún no llegaban
cara redonda y
sonrisa dibujada,
de vez en vez mira a un hombre
en la
esquina contraria,
él fuma su cigarro le
sigue otro
y uno más apaga,
un auto se detiene
ella mira al hombre de la esquina
después al auto,
ella duda
el hombre parece dar un paso,
ella abre la
puerta y en el auto se marcha,
el hombre sube a una moto
y apresurado
la sigue.
Mi café tomo… el cine aguarda.
La función termina
observo la esquina
y ella pegada a la barda,
un carro se acerca,
ella sonríe
la puerta se abre
la luz se enciende
y un hombre gordo una rosa le ofrece.
El auto se aleja
el hombre de la moto emprende la marcha.
Un día dos y una semana
el rostro de niña en su esquina aguarda.
El hombre de la moto la vigila,
su teléfono suena,
le hace una seña
ella lo mira y
él se aleja por la calle empedrada,
me acerco ella se retira
pregunto su nombre:
“Mejor se marcha”, dice firme.
La sostengo de la mano:
“¿Te tiene amenazada?”.
Ella sonríe
saca
un cigarro.
“¡Eres una niña!”
Me mira,
“La niña en un
pozo
se ahogó
en el rancho.”
“Puedo ayudarte”,
ella me mira
se escucha la moto
se sobresalta
“¡Váyase si no quiere que me mate!”.
Él llega tras
él un auto
la niña deja la
esquina y tira el cigarro.
El hombre rara vez se marcha
un policía se lo lleva,
regreso con ella,
“No le hacen nada”,
es un cliente de otras chicas.
Falda roja
cabello al hombro
y sus zapatos rosas.
Por fin habla:
“Al principio lloraba cada noche,
la primera vez creí morir del dolor,
me aterraba ver su cosa.
Si no accedía me golpeaban
me levantaban la falda
me manoseaban
y la violación siempre llegaba”.
Sus ojos profundos me miran,
una lágrima por mi mejilla baja
Ella sonríe:
“Hace mucho que nadie por mí lloraba”.
“Me trajeron a los nueve,
primero en hoteles
luego en la casa,
ahora el Manuel ha rentado un cuarto.
Las paredes frías no me dicen nada
pero siempre me
pagan.
El Manuel me cuida
me compra ropa,
siempre
quise unos zapatos rosas,
en mi pueblo no hay nada.
Iba a vivir con
una tía
pero ella no me quiso en su casa,
mi padre me cambió por una vaca
un barril de tequila
y una chamarra usada.
Lloré por días
y cada noche el dolor me mataba,
pero con los años su cosa ya no me espanta”.
El Manuel llega y a ella la jala,
yo grito
una patrulla se acerca
se
detiene
es el policía de la otra semana:
“Mejor no se meta, amigo”
me escupe a la cara.
En la moto va la niña
su rostro gira
la vista profunda,
sus zapatos rosas,
la patrulla los sigue
se pierden
y desde entonces no me deja en paz su mirada.
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