El insomnio se aferra a mí. Se prende de mis ojos, danza con fervor y cuando esto parece no funcionarle, me susurra al oído letras… palabras… historias que nacen como un ligero viento, dispuestas a convertirse en huracán. Entonces el insomnio inyecta en mi mano un rabo de energía y hace que las letras fluyan y se extiendan en ese cielo oscuro carente de estrellas.

miércoles, 8 de noviembre de 2017

La niña de los zapatos rosas II





La vi por primera vez en aquella esquina,
pantalón morado, blusa ajustada  y cabello recogido,
un bolso pequeño
            un collar barato
y en sus ojos el vacío,

los trece años aún no llegaban
cara redonda   y sonrisa dibujada,

de vez en vez mira a un hombre
            en la esquina contraria,
él fuma su cigarro       le sigue otro
y uno más apaga,

un auto se detiene
ella mira al hombre de la esquina
después al auto,
ella duda
el hombre parece dar un paso,
ella  abre la puerta y en el auto se marcha,

el hombre sube a una moto
y  apresurado la  sigue.

Mi café tomo… el cine aguarda.
La función termina
observo la esquina  y ella pegada a la barda,

un carro se acerca,
ella sonríe
la puerta se abre
la luz se enciende
y un hombre gordo una rosa le ofrece.

El auto se aleja
el hombre de la moto emprende la marcha.

Un día                 dos    y      una semana

el rostro de niña en su esquina aguarda.
El hombre de la moto la vigila,
su teléfono suena,
le hace una seña
ella lo mira y él se aleja  por la calle empedrada,

me acerco        ella se retira

pregunto su nombre:
“Mejor se marcha”, dice firme.
La sostengo de la mano:
“¿Te tiene amenazada?”.
Ella sonríe
            saca un cigarro.
“¡Eres una niña!”
Me mira,
“La niña  en un pozo
se ahogó
            en el rancho.”

“Puedo ayudarte”,
ella me mira    se escucha la moto
se sobresalta
“¡Váyase si no quiere que me mate!”.

Él llega    tras él un auto
la niña  deja la esquina y tira el cigarro.

El hombre rara vez se marcha
un policía se lo lleva,
regreso con ella,
“No le hacen nada”,
es un cliente de otras chicas.

Falda roja
cabello al hombro
y sus zapatos rosas.

Por fin habla:
“Al principio lloraba cada noche,
la primera vez creí morir del dolor,
me aterraba ver su cosa.
Si no accedía me golpeaban
me levantaban la falda
me manoseaban
y la violación siempre llegaba”.

Sus ojos profundos me miran,
una lágrima por mi mejilla baja
Ella sonríe:
“Hace mucho que nadie por mí lloraba”.

“Me trajeron a los nueve,
primero en hoteles
luego en la casa,
ahora el Manuel ha rentado un cuarto.
Las paredes frías no me dicen nada
pero  siempre me pagan.
El Manuel me cuida
me compra ropa,
            siempre quise unos zapatos rosas,
en mi pueblo no hay nada.
Iba a vivir  con una tía
pero ella no me quiso en su casa,
mi padre me cambió por una vaca
un barril de tequila
y una chamarra usada.
Lloré por días
y cada noche el dolor me mataba,
pero con los años su cosa ya no me espanta”.

El Manuel llega y a ella la jala,
yo grito
una patrulla se acerca
            se detiene
es el policía de la otra semana:
“Mejor no se meta, amigo”
me escupe a la cara.
En la moto va la niña
su rostro gira
la vista profunda,
sus zapatos rosas,
la patrulla los sigue
 se pierden
y desde entonces no me deja en paz su mirada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario