El insomnio se aferra a mí. Se prende de mis ojos, danza con fervor y cuando esto parece no funcionarle, me susurra al oído letras… palabras… historias que nacen como un ligero viento, dispuestas a convertirse en huracán. Entonces el insomnio inyecta en mi mano un rabo de energía y hace que las letras fluyan y se extiendan en ese cielo oscuro carente de estrellas.

martes, 12 de marzo de 2019

Viento




Corre aprisa
se cuela por la ventana
         grita cansado del silencio,
         reclama,
pretende huir
se detiene cerca de la cama
sus ojos imaginan azul
         verde
         turquesa
         paleta de colores
         noche estrellada,
gira la vista
y en el concreto la mirada resguarda,
ventanas,
puertas,
paredes,
calles,
edificios
y casas,
autos
ruido
olores
y a lo lejos parece escuchar una cigarra,

una lágrima desciende
mira sus piernas flacas
sus brazos sucios,
su rostro pálido
sus  ojos sin alma,

se mira en el espejo,
el pasado sonríe:
cerros
verdor
árboles
animales
y plantas
y cerca el río canta,

la noche llega
tierna lo abraza
y él – inquieto – acaricia  su larga cabellera,
diminutas luces descienden
y en el cielo aguardan,

la lluvia cae
el aroma de la tierra
lo abraza,
él sonríe
         sube
         baja
atraviesa laderas
se refugia en valles
y sobre el largo animal dormido
ruge y se abalanza,

un sonido nace
sus ojos se abren
y él refugiado en esa casa,
otra lágrima desciende
y de súbito se marcha
sale molesto golpeando la ventana
una mujer  lo observa:
“El viento no se cansa
acarrea ese olor de fábrica
de pescado muerto
de basura
         de hambre
                   de lástima”.

Él la escucha,
aumenta su marcha,
se estrella en un edificio
y llora mientras la ciudad se lo traga.

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