Corre aprisa
se cuela por la ventana
grita
cansado del silencio,
reclama,
pretende huir
se detiene cerca de la cama
sus ojos imaginan azul
verde
turquesa
paleta
de colores
noche
estrellada,
gira la vista
y en el concreto la mirada resguarda,
ventanas,
puertas,
paredes,
calles,
edificios
y casas,
autos
ruido
olores
y a lo lejos parece escuchar una cigarra,
una lágrima desciende
mira sus piernas flacas
sus brazos sucios,
su rostro pálido
sus
ojos sin alma,
se mira en el espejo,
el pasado sonríe:
cerros
verdor
árboles
animales
y plantas
y cerca el río canta,
la noche llega
tierna lo abraza
y él – inquieto – acaricia su larga cabellera,
diminutas luces descienden
y en el cielo aguardan,
la lluvia cae
el aroma de la tierra
lo abraza,
él sonríe
sube
baja
atraviesa laderas
se refugia en valles
y sobre el largo animal dormido
ruge y se abalanza,
un sonido nace
sus ojos se abren
y él refugiado en esa casa,
otra lágrima desciende
y de súbito se marcha
sale molesto golpeando la ventana
una mujer
lo observa:
“El viento no se cansa
acarrea ese olor de fábrica
de pescado muerto
de basura
de
hambre
de
lástima”.
Él la escucha,
aumenta su marcha,
se estrella en un edificio
y llora mientras la ciudad se lo traga.
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