Los
niños siempre son fuente de inspiración. Su mente, enorme y viva, crea los
seres imaginarios más sorprendentes e historias ilógicas, sin pies ni
cabeza. He escrito varios relatos
inspirados en niños, algunos en mis sobrinos; he creado personajes serios y
comprometidos, otros inquietos y sinceros. Uno de ellos es la pequeña Clara. Una
niña, regordeta, de cabello alocado, piel blanca, gritona y muy juguetona. Casi
siempre viste de pantalón… no le gustan los vestidos, ni los suéteres y mucho
menos los collares porque la ahorcan. Tiene la energía suficiente para amansar
a las fieras, recorrer el mundo, ayudar a quien lo necesita y regresar para
hacer la tarea.
Esto es un poco de Clara.
Ven, páshale duende
En
una ocasión mientras preparaba los
alimentos, Clara abrió la puerta de la cocina y me dijo: “Hola”. No esperó mi respuesta, pues inmediatamente
añadió: “Ven, páshale duende”. Abrió la puerta de par en par mientras me sonreía
con un tono de sarcasmo y complicidad. Llegó hasta el refrigerador, tapizado de
estampas de animales y dibujos animados, y comenzó a explicarle a su supuesto
amigo “El duende” cada una de ellas.
-
Eshta esh de un pelito – dijo es ese
lenguaje incompleto de los primeros años.
Yo
la observaba atónita mientras los frijoles se quemaban en la estufa.
-
Aquí eshta gatito y la nena monita.
De vez en vez volteaba a verme y me sonreía. Cuando estaba
a punto de decirle algo se encaminó a la puerta, la abrió, volteó a verme y me
dijo: “El duende y yo nos mamohs”. Y así, tan inesperadamente como entró
desapareció rumbo a la sala conversando y riendo feliz.
¿Jugamoshs?
Un día, Clara entró apresurada a la sala: siempre
corría de un lado a otro, saltaba como Tigger y hablaba sin parar. Yo veía la
televisión y sólo volteé cuando ella preguntó: “¿Jugamoshs?”. Entonces le dije
que sí, pero ella me dijo: “No, tú no… la nena que eshstá debajo de la meshsa”.
Inmediatamente se puso de rodillas, se metió bajo la mesa y comenzó una larga
charla. De vez en cuando volteaba a verme y se reía. Ahí paso un largo rato
hasta que se puso de pie, dio la mano a su amiga, salió al pasillo por donde se
encaminó al baño y continuó jugando.
Eshpeero she callen porque no me
dejan eshcuchar lo que pienso
Mientras
la hermana de Clara y su tío jugaban alegras antes de merendar, ella los
observaba un poco molesta. Se quedó
quieta viendo cómo ponían la mesa: los platos, los vasos, los cubiertos y las
servilletas. Aunque sin dejar de reir y contar chistes inventados en el
momento. Clara guardaba silencio: algo extraño en ella. Después de un rato, molesta, tomó su
pequeña taza color salmón y con ella golpeó la mesa: “Eshpero she callen porque
no me dejan escuchar lo que pienso”.
Atónitos todos la observamos y sólo en
ese momento se hizo el silencio. Clara sonrió complacida, levantó la vista y
agregó: “Ahora shí puedo escuchar mis penshamientos”.
Gracias Celeste, muy buena historia, ahora en este tiempo creo que todos podemos hacer el intento de escuchar nuestros pensamientos. Me recordó a tu sobrina.
ResponderEliminarcon la admiración y el cariño de siempre:
Silvia Sifuentes