Por María Celeste Vargas Martínez
La vida es cruel y el destino la preñó,
en la noche parió al pobre
sobre polvo y hambre,
y en el día parió al rico
en cama y comida le dio,
el niño pobre,
flaco, desolado y hambriento,
creció y en la fábrica los años dejó,
en la calle el sol la piel se tragó,
en la esquina los sueños se llevó,
donde fuera el trabajo siempre lo golpeó,
el niño rico
abundante, alegre y satisfecho,
creció en oficina, bares y vacaciones,
estudió con santos en escuela no pagana,
desayunaba en la mañana,
comía en la tarde
y en la noche alimentos ricos merendaba,
el niño pobre
veía al rico divertirse cualquier semana:
“Algún día, algún día”, se decía
“Yo seré como esa alma”,
pero su madre la vida le daba jalones y gritaba:
“Tú siempre serás pobre y no tendrás nada.
Servirás a tu hermano, mientras él despreocupado avanza”.
El pobre veía al rico reír y disfrutar
y el rico jamás vio al pobre llorar y trabajar.
Vaya madre que es la vida
capaz de parir a dos tan desigual.
No hay comentarios:
Publicar un comentario