El insomnio se aferra a mí. Se prende de mis ojos, danza con fervor y cuando esto parece no funcionarle, me susurra al oído letras… palabras… historias que nacen como un ligero viento, dispuestas a convertirse en huracán. Entonces el insomnio inyecta en mi mano un rabo de energía y hace que las letras fluyan y se extiendan en ese cielo oscuro carente de estrellas.

viernes, 14 de febrero de 2014

José Sánchez Carrasco, quizá algún día nosotros estemos en su lugar



Por María Celeste Vargas Martínez

Probablemente  el nombre de José Sánchez no le dice nada, es más, está seguro de jamás haberlo escuchado. No recuerda que la televisión haya  hecho mención de él, ni en la estación de radio de música tropical que siempre escucha, ni en el periódico popular que venden en todos los cruceros… No, el nombre no le dice nada. Pero, a mi parecer, el nombre de José Sánchez deberíamos recordarlo todos y en cualquier momento.  ¿Por qué?, es muy sencillo, quizá en el  algún momento de nuestra vida, nosotros seamos José Sánchez.
                José Sánchez Carrasco es el nombre de un jornalero que murió en la calle, fuera de un hospital. Sí, murió después de estar cinco días recostado en el piso, cerca de una jardinera… murió de hambre y deshidratación.  ¿Ahora recuerda? El hombre llegó en octubre al  Hospital  General de Guaymas, Sonora; una ambulancia lo llevó, se sentía enfermo y pretendía que lo atendieran. Sin embargo, el 21 de octubre en una de las jardineras del lugar, donde había permanecido, murió. El cuerpo  del jornalero jamás fue reclamado y el pasado 14 de  enero fue sepultado en la fosa común en el panteón “Héroes Civiles de Guaymas” (después de permanecer 79 días en espera de que algún familiar lo reclamara).
                El hombre, originario de Chihuahua, nacido en Guachochi, criado en Casas Grandes y con 38 años de edad,  “tuvo mala suerte”, como se atrevió a decir  el director del hospital, José Alfredo Cervantes,  ya que exactamente el día en que murió,  tenían contemplado atenderlo. Aunque algunos aseguran, como el Secretario de Salud del estado,  que fue José quien se negó a ser atendido nuevamente, después de llegar, trasladado en ambulancia, al área de urgencias y recibir atención médica, salir del hospital y  quedarse  en la calle.
                En el único testimonio que queda, una entrevista en video realizada por un medio local, se observa un hombre mermado, con la carne  pegada a los huesos, la vista perdida y los ojos amarillos. José Sánchez es un cuerpo  desnutrido, envuelto en una cobija gris, y cuya hambre no es de apenas unas semanas: la desnutrición, el mal comer, seguramente los arrastra desde años atrás (como muchos de nuestros campesinos mexicanos). En el video, el hombre asegura que ingresó al hospital pero el médico no lo vio, y que no puede ponerse en pie: “… como si fuera un muñequito que lo mojas, muy remojadito y por allá  cae…”, dice él al explicar su falta de fuerza.
                José Sánchez murió. Su cuerpo quedó en la banqueta, bajo ese árbol que le dio sombra por cinco días. Su muerte costó la destitución del encargado del hospital  y una multa de 650 mil pesos… nada más.  Eso es lo que costó la vida de un mexicano pobre, muerto de hambre, enfermo, sin documentos que ratifiquen su pertenencia al servicio de salud nacional: 650 mil pesos, una investigación y una destitución.
                Lo cierto que es que los servicios de salud pública en México dejan mucho que desear, porque cuando no es un jornalero que espera la muerte afuera de un hospital, es una mujer que da a luz en la banqueta al no ser atendida, es  un ser humano común y corriente al que se le niega un servicio que le corresponde  por derecho… cuando uno es algo de  eso, tiene que batallar.  
                A mi parecer, José Sánchez Carrasco murió por razones  irrefutables y que  generalmente están unidas: el pésimo sistema de salud que se tiene en México, donde los seres humanos son sólo números en un papel, cuerpos que son atendidos si a los médicos y a las enfermeras  les da la gana. Un sistema de salud donde muchos médicos y enfermeras han perdido el sentido humano y el juramento que los primeros  hacen al graduarse se les olvida inmediatamente; el hambre que aqueja a un país  que con una venda en los ojos parece negarlo día a día. El hambre donde los partidos políticos pueden gastar los millones que requieran las campañas de sus candidatos,  donde a los políticos sólo les importa seguir exprimiendo a un pueblo, tener autos de lujo y relojes de marca; la apatía de la sociedad que al escuchar la noticia de que un jornalero aguardaba en la calle en espera de ser atendido, no hizo nada.
                El caso de José Sánchez dejó en claro  (aunque muchos se nieguen a verlo) que ser pobre, no tener seguro  social (¿el popular sirve para algo?), ni dinero para pagar una consulta no sólo es mala suerte, sino sinónimo de muerte.
                ¿Hasta cuándo seguiremos viendo y escuchando casos como éste? ¿Hasta cuándo la apatía, indiferencia, falta de respeto, de  humanidad, seguirán generando en un México como el nuestro este tipo de situaciones? Creo que será por mucho tiempo en que noticias como éstas seguirán surgiendo, por ello es necesario que no olvidemos el nombre de José  Sánchez Carrasco… quizá algún día nosotros estemos en su lugar.

                                               *                             *                             *

Nota:  Esperemos que alguien conozca a su hermana Juana Sánchez Carrasco, quien vive en Casas Grandes, Chihuahua, para que, por lo menos, haga que la tumba de su hermano no esté inmersa en esa desolación que José llevaba en los ojos.

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