El insomnio se aferra a mí. Se prende de mis ojos, danza con fervor y cuando esto parece no funcionarle, me susurra al oído letras… palabras… historias que nacen como un ligero viento, dispuestas a convertirse en huracán. Entonces el insomnio inyecta en mi mano un rabo de energía y hace que las letras fluyan y se extiendan en ese cielo oscuro carente de estrellas.

jueves, 4 de agosto de 2016

Lluvia




-          ¿Será eso la lluvia? – se preguntó al observar una nube acercándose.
   Una gruesa gota de sudor descendió por su piel cuarteada por el sol. A sus tres años,  jamás había visto llover. Aspiró: Ramiro había dicho que la lluvia olía a vida. “No, no es”, pensó. Olía a polvo y a carne descompuesta de la última vaca muerta, tirada cerca de la carretera.  Su madre pasó cerca, cargando dos galones de agua oscura obtenida de un pozo pronto a perecer.
   Los pasos cansados de ella levantaron la tierra sedienta.
-          ¡Gonzalo, entra! – gritó su madre.
          Él corrió: “Mamá, ¿qué se siente cuando llueve?” – preguntó el niño.
-          Un olor a humedad penetra en ti y te llenas de energía. El viento fresco, golpea tu rostro…   parece gritarte. Y cuando el agua toca tu piel, la paz llega y la tranquilidad  te arropa – dijo  la mujer. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario