Por María Celeste Vargas Martínez
Somos dueños de ellas,
presuntuosos humanos,
las pisamos,
las barremos,
les lanzamos agua
y siempre les damos la espalda,
algún día ellas se levantarán
y huirán atemorizadas,
se refugiarán en las entrañas de la tierra
y ahí construirán edificios,
harán escuelas
y hospitales,por si alguna enferma,
y cuando nosotros
hayamos acabado con el planeta
y la vida no exista
el agua no sea clara
el aire sea venenoso
entonces ellas saldrán
y felices comenzarán a danzar
sobre nuestros olvidados huesos
y reirán a carcajadas,
reirán de nuestra condición,
y entonces sólo las sombras
levantarán su imperio
sobre los huesos marchitos
de merluzos humanos.
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